“Es hora de convertirse en madre”, fue la notificación que cientos de portuguesas recibieron en sus teléfonos móviles el mes pasado.

El mensaje, enviado por un hospital privado de Lisboa que intentaba captar clientes para su unidad de maternidad, causó indignación en las redes sociales, y algunas mujeres argumentaron que tener un bebé en medio de una pandemia y una recesión era el peor momento posible.

Las pruebas sugieren que el coronavirus está disuadiendo a los futuros padres de concebir en la mayor parte de Europa, pero especialmente en los países del sur —de Italia a Grecia— donde las redes de seguridad son más débiles y la tasa de natalidad ya estaba en fuerte descenso.

En el año 2000, hubo 120.000 nacimientos en Portugal. El año pasado hubo 86.600, lo que supone una caída del 39%. La tendencia descendente suele acentuarse después de profundas recesiones como la actual provocada por la pandemia de COVID-19.

Además de los desafíos emocionales a los que ahora se enfrentan las parejas que quieren tener hijos, a largo plazo también habrá desafíos económicos para unos países que tienen ante sí años de lucha para salir del atolladero.

Menos nacimientos significan menos trabajadores y más ancianos. A la larga, esto supondrá un lastre para la producción económica y tensionará los sistemas públicos de pensiones y los estados de bienestar, ampliando la brecha entre los países ricos del norte de Europa y los pobres del sur.

“Se ven historias en los medios de comunicación y en otras partes sobre personas que aprovechan al máximo el confinamiento para concebir bebés, pero eso es lo contrario de un comportamiento racional”, dice Vanessa Cunha, especialista en temas de fertilidad, género y familia en el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.

“La pandemia tendrá un gran impacto negativo”.

 

Irene Pontarelli, una terapeuta de rehabilitación psiquiátrica de 35 años, había planeado tener su primer hijo este año después de siete años de matrimonio.

Tras dos años trabajando en Ferrara, una ciudad del norte de Italia, a 550 kilómetros de su marido Tony, finalmente encontró un empleo en su ciudad natal de Isernia, en el sur, y parecía el momento perfecto para formar una familia.

Entonces llegó el coronavirus. No pudo ver nada a Tony en entre marzo y julio debido al confinamiento y asegura que ahora está demasiado estresada como para tener un hijo.

“Nuestros hospitales están a punto de colapsar, especialmente en el sur. Me veo en una sala de maternidad, sola, en un sistema de salud que no funciona bien. No lo percibo como el momento adecuado para traer un nuevo bebé al mundo”, afirmó.

DIVISIÓN NORTE-SUR

Maria Vicario, presidenta de la Orden Nacional de Matronas de Italia, prevé que la crisis tenga un “claro impacto” en los nacimientos de 2021. “Las mujeres en Italia tienen hijos cuando se sienten seguras desde el punto de vista laboral, económico y sanitario. Todo eso se ha visto perturbado por la pandemia”.

En la región del Lazio, alrededor de Roma, se han triplicado los partos con fetos muertos este año porque las mujeres embarazadas tienen miedo de ir al hospital a hacerse los chequeos, añadió.

 

REUTERS

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